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Capítulo 1 Voces de otro mundo

 Capítulo 1 de "Voces del Más Allá", publicado por EDAF en 2006


Está atardeciendo y el matrimonio se sienta en la cama donde dormía su pequeña hija fallecida. El cuarto se encuentra tal y como estaba cuando la niña vivía, con la única diferencia es que sobre la mesa, junto a una fotografía suya, hay una grabadora de casete.

Como cada semana, los padres se disponen a intentar captar la voz de su pequeña con la intención de conseguir registrar su voz en la cinta magnetofónica. Comienzan a grabar y hablan en voz alta pidiéndole que se comunique con ellos, para que les de una señal de que se encuentra bien. Minutos después rebobinan la cinta y escuchan atentamente a través de unos auriculares. Nada se oye y lo intentan otra vez. Y repiten esta sencilla técnica hasta que un día creen oír una débil palabra, enmascarada por el ruido de la grabación. Una débil voz pronuncia “mamá”. La escuchan una y otra vez hasta convencerse. El ‘contacto’ ha comenzado, y los padres en duelo repetirán esta operación cada vez que necesiten recordar que su hija está viva en algún otro lugar más allá de la vida.

Esta escena se repite miles de veces cada día en distintos lugares del planeta, cifrándose en alrededor de 70.000 personas de una treintena de países de Europa y América las que utilizan este método como un medio para aliviar el dolor del luto que produce la pérdida de un ser querido. Miles de personas están convencidas que detrás de este fenómeno llamado psicofonías se encuentra un método de comunicación con personas ya fallecidas, donde una simple grabadora sirve de enlace para el anhelado contacto.

Permítanme que les ponga un ejemplo con nombres y apellidos.

 

Diamela

 

         Mónica Costa y Juan Carlos Maldonado son padres que conocieron el dolor del duelo cuando un accidente de tráfico se llevó la vida de su única hija. Diamela tenía tan solo 16 años y vivía con sus padres en Río Gallegos, en la Patagonia argentina. “Diamela era el centro de nuestro universo, todos gozábamos de perfecta salud así como nuestra familia, no teníamos problemas económicos ni de ninguna índole, la vida nos sonreía ampliamente. Una semana después nuestro paraíso repentinamente se transformó en nuestra peor pesadilla, Diamela, nuestra querida Diamy, falleció instantáneamente en un accidente de tránsito”, recuerda Mónica, la madre de la niña fallecida. “De allí en más, el dolor, la desolación y el enorme deseo de irnos con ella teñían cada segundo de nuestra existencia. Nos manejábamos como autómatas, ya que nuestro corazón, nuestro espíritu estaba con nuestra hija” explica Mónica.

Tan solo tres meses después del fallecimiento de su hija, y dentro de lo que ellos consideran como una “causalidad” el matrimonio argentino contactó con personas que practicaban las técnicas psicofónicas como un medio de enlace con sus seres queridos fallecidos. Siguiendo los consejos de un matrimonio mexicano que había pasado por una situación similar, comenzaron als grabaciones. Y al mes de iniciar las experiencias, Mónica y Juan Carlos obtuvieron la primera respuesta: “¡Diamy mamá... Diamela!”. “Nunca vamos a olvidar ese momento -recuerda Mónica-, la emoción que tuvimos no la puedo describir pero sí puedo decir que después de esto logramos una serenidad espiritual, una paz interior como nunca habíamos tenido ya que nos daba la esperanza cierta de un reencuentro cuando nos toque partir y la maravillosa certeza de que nuestra querida Diamy”.

Mónica Costa es médica de profesión. Su formación científica le llevó a analizar rigurosamente cada uno de los resultados hasta que llegó al total convencimiento de que su hija continuaba viviendo. Tras años de experimentación, el matrimonio argentino cuenta con más de 1.500 respuestas a sus preguntas, “algunas de excelente calidad y hermoso contenido”.

La experiencia de comunicación con su hija fallecida a través de las psicofonías “nos abrió las puertas a una vida totalmente diferente ya que comenzamos a ver la muerte y la existencia del hombre desde otro punto de vista. No importa cuanto dura una vida, lo que importa es que se hizo con ella y que se dejó para los demás. Diamela creo que cumplió ampliamente con su plan terrenal. Hoy, seguimos formando una familia, un equipo, ya que sabemos que el amor puede abrir todas las puertas... incluso las de la eternidad, si ese es nuestro deseo”, concluye Mónica.

Si la experiencia de este matrimonio es representativa de un ‘contacto’ de transcomunicación, el caso del Grupo Argentino de TCI, que se reúne cada primer sábado de mes en un céntrico barrio de la capital argentina, resume el espíritu y la búsqueda de los ‘transcomunicadores’ como ningún otro.

 

Compartiendo experiencias

 

Poco a poco la sala se va llenando de gente. Uno a uno se van sentando en las sillas ubicadas en torno a una mesa presidida por un micrófono y varias grabadoras. El Grupo se reúne una vez más para escuchar las presuntas voces de sus seres queridos fallecidos que han grabado; aunque también esperan intercambiar experiencias e informarse de las últimas novedades. Algunos asistentes son habituales de estas reuniones y desde hace años graban psicofonías. Otros recién llegan y vienen a aprender las técnicas o a compartir su interés por la TCI.

 Uno de los miembros del Grupo, Luis Mariani, toma el micrófono y saluda a los presentes, iniciándose así la nueva reunión. Seguidamente Amalia, otra de las fundadoras del grupo, aclara a los recién llegados que se trata de un grupo de personas “unidas por circunstancias comunes manifestadas por la desaparición de un ser querido de este mundo terrenal”. Añade además que “no somos una secta ni hacemos distinciones morales ni religiosas” y que la función del grupo es “enseñar la técnica que amorosamente nos enseñaron a nosotros”.

Tras oír testimonios, compartir experiencias y escuchar algunas de las voces registradas por los habituales de estas reuniones, el grupo se toma un descanso para charlar informalmente. Luego, los que llegan por primera vez escuchan atentamente las indicaciones de Luis, mientras explica como es la técnica que utilizan para grabar las voces de sus seres queridos. Una cinta virgen, una grabadora para registrar las voces, un micrófono externo y mucha paciencia son los ingredientes necesarios para lograr la comunicación que aliviará el dolor que supone haber perdido a una persona querida tras convencerse de que sigue viviendo en algún otro lugar.

El Grupo Argentino de TCI comenzó su andadura en 1998 tras conocer la experiencia del matrimonio formado por Marivonne e Yvon Dray y sus contactos con su fallecida hija Karine. Un programa de televisión de gran audiencia emitido en Buenos Aires donde se relataban los contactos a través de psicofonías de los Dray con su joven hija fallecida motivó a un grupo de padres argentinos que se encontraban en duelo para iniciar su propia experimentación. Así nació este grupo, que adoptó el nombre de ‘Viaje Infinito hacia la Luz’ que habría sido recibido a través de una comunicación con el mundo siguiente.

Una vez que se convencieron de la viabilidad de estas técnicas para comunicar con sus seres queridos decidieron organizar desde julio de 2000 unas reuniones periódicas donde enseñar las técnicas a otras personas que habían pasado por la amarga situación de perder a un ser querido.

“La TCI es una técnica que permite la comunicación con nuestros seres queridos que se encuentran en otro plano de existencia y escuchar sus voces a través de instrumentos electrónicos de uso corriente. Es una reafirmación más de que la muerte no existe, simplemente es una transición hacia otro plano de existencia”, explicó Luis Mariani. De este modo, considera que “la TCI no es un privilegio para algunos, todos podemos lograrlo si lo hacemos con Amor, Fe y Perseverancia”. De este modo, ‘Viaje Infinito hacia la Luz’ no realiza prácticas de TCI para terceras personas, “ya que se trata de una técnica personal que requiere convencimiento, Fe, Amor y Esperanza”.

Así, las técnicas sencillas de TCI se convierten en un instrumento al alcance de todos, sin intermediarios susceptibles de tener intereses personales o mezquinos. Y el Grupo Argentino de TCI contempla esta premisa en toda su extensión: “No somos una asociación, somos un grupo. No obligamos a nadie a venir a nuestras reuniones ni excluimos a nadie. No existe en el grupo ninguna función jerárquica. La única autoridad es la que nos otorga el solo hecho de pertenecer al mismo y respetar sus principios”, señaló Luis.

Varios cientos de personas han pasado por las reuniones del Grupo Argentino de TCI. Y no fueron pocos los que encontraron las respuestas que buscaban.

 

Contactos con el otro mundo

 

Quizá es la falta de certezas y la difícil aceptación de hechos irreversibles como la muerte –más aún cuando se producen de forma prematura o traumática- lo que impulsa a las personas a intentar contactar con sus seres queridos. Y esto no es nada nuevo, ya que la práctica totalidad de las sociedades humanas han utilizado los más diversos métodos -sueños, drogas alucinógenas y otros medios similares- para ver, oír o sentir a quienes han dejado ya este mundo.

Pero las psicofonías surgen como un medio distinto de enlace para esta pretendida comunicación. Y no sólo porque ofrecen una ‘evidencia’ independiente de los sentidos (las voces quedan registradas en una cinta de audio, que difícilmente puede alucinar), sino también porque no necesita más intermediario que una sencilla grabadora. Así, las psicofonías no necesitan de chamanes, ni mediums ni gurús. Ni mucho menos de embaucadores o estafadores que se presenten como tales.

Las voces psicofónicas son solo una parte de un conjunto de fenómenos llamados ‘paranormales’ que son interpretados como una comunicación con el otro mundo donde el medio de enlace es un aparato electrónico. Así, los supuestos contactos con el más allá se producen –aunque con menos frecuencia- también a través de la radio, donde las voces hablan directamente; pero también por medio de llamadas telefónicas, mensajes en ordenadores y a través de imágenes logradas en las pantallas de la televisión. Desde hace unas décadas se ha dado en llamar a este conjunto de fenómenos paranormales interpretados como una suerte de comunicación con otros planos de existencia, y muy especialmente con personas ya fallecidas, con el nombre genérico de Transcomunicación Instrumental (TCI).

La TCI es mucho más que la creencia en un contacto con el más allá, es una forma de entender la vida y es también un incipiente movimiento filosófico y social. Muchos miles de ‘transcomunicadores’ están adscriptos a diferentes grupos y asociaciones, donde se editan boletines para conocer las últimas técnicas y hallazgos, organizan reuniones y seminarios prácticos para utilizar esta técnica de contacto, e incluso algunos inventores se han lanzado a desarrollar equipos especialmente concebidos para una mejor comunicación.

Solo en Brasil, los socios de las diferentes asociaciones de ‘transcomunicadores’, superan ampliamente el millar. En América existen asociaciones y grupos de apoyo en EE.UU., Chile y Argentina, aunque con socios en todo el continente.

En Europa, la asociación francesa Infinitude –creada por Monique Simonet y Jacques Blanc Garin- cuenta con nada menos que 1.700 socios que buscan en la comunicación a través de la TCI, un consuelo ante la pérdida de un familiar querido. Organizaciones similares han surgido en Italia, Bélgica y otros países de la Europa Occidental. En Estados Unidos, y por extensión en buena parte del mundo anglosajón, el estreno a principios de 2005 de la película ‘White Noise, Más Allá’ disparó el interés por este medio de presunto contacto con el mundo de los fallecidos. Así, la American Association of Electronic Voice Phenomena (AAEVP) –presidida por el matrimonio formado por Tom y Lisa Butler- recibió decenas de miles de correos electrónicos cuando antes la entidad solo contaba con apenas 400 socios.

 

Un fenómeno útil

 

         Insisto en que la TCI es mucho más que un simple fenómeno ‘paranormal’. Su importancia se extiende a su trascendencia social, a sus características técnicas y a la información recibida a través de estas prácticas, que configuran una visión propia de cómo es el mundo más allá de la muerte.

         Detrás de la TCI se adivina un incipiente movimiento, una filosofía para entender la vida y la muerte; pero también un fenómeno que a veces resulta de difícil comprensión, a pesar de ser rico en matices e interpretaciones. Y también un fenómeno que, aunque por momentos se antoja imposible, podría revolucionar nuestra forma de vida.

         Miles de personas en todo el mundo se lanzan a la búsqueda de un contacto, pero ¿de quién son esas voces? ¿Pertenecen realmente a personas fallecidas? ¿Cómo suenan? ¿Qué dicen? ¿Cómo se graban? ¿Qué fiabilidad tienen?

Son muchas preguntas y pocas certezas las que en 1997 me impulsaron a aceptar la invitación de un pequeño grupo de amigos para iniciar una investigación y experimentación en este fenómeno. Mi formación técnica, especialmente en electrónica, añadía un nuevo aliciente a este reto, que se sumaba al interés por los fenómenos llamados paranormales en general. Cargado de dudas, aunque con acusada ilusión, devoré docenas de libros sobre esta temática, la mayoría de ellos con alguna dificultad, escritos en lenguas que me eran ajenas, ya que es escasa la bibliografía que existe en castellano sobre esta temática. Libros, revistas y fanzines en inglés, francés, italiano y portugués nos fueron de gran ayuda para comenzar una investigación que nos depararía algunas sorpresas.

No sabía entonces que podría escuchar como las voces (aparentemente moduladas desde el mundo donde viven los fallecidos) quedarían registradas en cientos de cintas magnéticas, sino que con el tiempo saldrían directamente del altavoz de una radio para mantener conversaciones, dejarían sus mensajes en teléfonos móviles y fijos, me llamarían por mi nombre y apellido, y serían las protagonistas de otros muchos fenómenos igualmente sorprendentes que he querido compartir con los lectores de este libro.

Pero a través de estas páginas no encontrarán solo un puñado de experiencias personales. Mi papel en esta investigación desde el principio fue el de un observador crítico, conocedor de los aparatos y tecnologías que se utilizaban, y esencialmente motivado por conocer un fenómeno que hasta ese momento poco había investigado, sin necesidad de establecer en lo personal ningún contacto. Este libro recoge esas experiencias, pero también incluye las de otros muchos investigadores que a lo largo de más de un siglo han sido testigos y protagonistas de hechos sorprendentes. Pretende además analizar las causas y efectos en las personas y en las máquinas, y repasar los últimos descubrimientos que la informática y la técnica han aportado al estudio de las voces pararnormales, especialmente en la última década. A través de estas páginas habrá tiempo de repasar la información que aportan las voces y dibujar un perfil de cómo es ese mundo donde aparentemente viven las personas fallecidas.

Y no sería un trabajo completo si no se incluyeran en estas páginas las nociones básicas para experimentar en este apasionante fenómeno, siempre bajo la premisa de que se trata de técnicas accesibles, no excesivamente costosas y lo más importante: no necesitan intermediarios.

Por este motivo el lector encontrará un capítulo dedicado a conocer las claves básicas de la experimentación, que en todo caso constituye la mejor herramienta para juzgar este fenómeno. También habrá tiempo de conocer las investigaciones en curso, no solo en la pretendida comunicación a través de voces sino también de imágenes, y de analizar todas las claves que hasta el momento se conocen sobre estos fenómenos.

Para no extenderme más en preámbulos, permítanme que comience desde el principio. Y es una de las primeras cosas que descubrí en esta investigación es que las voces psicofónicas son mucho más antiguas de lo que parecen y están presentes en toda la evolución de los aparatos capaces de registrar sonidos. (.../...)

 

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